Domingo, 12 pm, Raúl estaba sentado en su cama, era el día de su cumpleaños, pero lo que el no sabia es que ese iba a ser un cumpleaños muy especial. Raúl estaba enfermo y sabía que le quedaba poco tiempo de vida. Llevaba ya semanas en el hospital, alejado del mundo, alejado de la realidad. Lo que más le costaba cada mañana cuando despertaba era saber que no iba a poder ver a sus nietos tanto como el quería, que le iban a faltar esas sonrisa que cada día le dedicaban nada mas verle. Tenía muchas otras pasiones, era un gran aficionado al Valencia C.F., pero desde hacia tiempo no había podido ver ningún partido.
Sus tres hijos y su mujer acudieron al hospital para pasar con él, el día de su setenta cumpleaños y darle el regalo que le habían comprado. Aunque entraron con una sonrisa en la habitación, antes habían estado desahogándose porque no querían que los viera mal. Nada mas entrar lo primero que hicieron fue ir a darle un beso a su padre.
- Bueno días papa ¿Cómo te encuentras hoy? – Le pregunto su hija Cris.
- Bien hija bien, animado
- Raúl ¿que te han traído hoy para desayunar? ¿Te lo has comido todo, no? Dime la verdad que le voy a preguntar a la enfermera. – Maria, su mujer, siempre había sido muy protectora con todo el mundo que estaba a su alrededor, llegando a veces a pasarse.
- Bueno papa, Feliz cumpleaños de parte de lo tres, esperemos que te guste.
- Gracias hijos no os teníais que haber molestado.
Cuando Raúl abrió el regalo y lo vió, enmudeció como un niño recién nacido y las lagrimas saltaron de sus ojos, no se lo podría creer. Le habían comprado un vídeo para que se pudiera grabar los partidos de su equipo, e incluso ya le habían grabado alguna cinta para que la pudiese ver en el hospital.
Pero en realidad esas lágrimas no eran por ese regalo que le había gustado tanto, sino porque se dio cuenta que su vida se apagaba, que iban a dejar de ver a las personas que mas quería en el mundo y que eran el motivo por el que se levantaba cada mañana. Se había dado cuenta que jamás volvería a ver la sonrisa de uno de sus nietos, ni a recibir un beso de ninguno de ellos y sobretodo se dio cuenta que jamás iba a poder volver a sentir el abrazo de su mujer.
Cada lágrima que broto ese día de sus ojos era un recuerdo perdido, era un suspiro que se llevaba parte de su aliento, en definitiva era un llanto a la melancolía. Aunque resulte utópico, en ese instante del final de su vida, se sintió mas cerca de su familia que nunca, estaba orgulloso de ellos y sentía que lo había hecho bien. Sabía que todo lo que había estado cultivando durante sus setenta años de vida se estaba apangango y no podía para de pensar cuanto los iba a echar de menos. Por eso, su último pensamiento en vida fueron ellos, y por eso siempre los lleva en su recuerdo, esté donde esté.
MANUEL HUESA PÉREZ
4 comentarios:
Es precioso, ha conseguido emocionarme...porque me ha hecho recordar también el último día con mi abuelo...Estoy segura que , esté donde esté, siempre te acompaña y seguro que estará orgulloso de haber dejado lo que ha dejado...Un beso y mucho ánimo. Tania
Enhorabuena... Comigo siempre consigues tu objetivo. Me has emocionado.
Un beso.
P.D. La próxima más alegre, porfis!!!
El último halito del Hombre, se produce cuando deja de persistir en nuestra memoria. Por ello, aunque tú no le veas, sabes que está contigo... es el único consuelo que nos queda.
Eli
Bueno Manu,a mi tambien has conseguido emocionarme.Esta escrito con tanto sentimiento que haces qeu la gente que lo lee le llegue!O por lo menos a mi...
Yo tambien escribi algo parecido cuando fallecio mi tia.
Bueno nos vemos pronto vale??
Un besito enorme!
Ana
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